La deuda que tenemos con los
niños colombianos es tan grande y nos sentimos tan responsables de ella y de que
ésta siga creciendo, que aceptamos como “grandes logros” a su favor, solo la
motivación y el compromiso que la senadora Gilma Jiménez mostró con su imagen
de lucha; hay muchos colombianos que hacen lo mismo, si acaso más, mientras
permanecen en la sombra, son vistos como “simples” ciudadanos tras una causa.
Pero realmente los hechos no han sido como los pintan ni son como la mayoría de
colombianos piensan, tal vez haya sido por la misma indiferencia política y
social que tenemos frente a la infancia que la senadora no haya logrado
materializar sus más altos propósitos, pero decir solamente que fue “una voz
que defendió a los niños” aunque es bueno, no es suficiente ante la gigantesca
brecha que hay para alcanzar un mayor bienestar de los niños colombianos, la cual
necesita de acciones realmente trascendentales que logren reducirla y que, para
la responsabilidad que la senadora tenía y en el escenario que ocupaba como
representante no solo de un alto número de electores sino también de niños que
siguen a la espera de hacerse visibles, le faltó mucho por hacer.
El ejemplo es claro, el tan
mencionado Referendo de Cadena Perpetua
contra Violadores de Niños que pretende – pretendía- cambiar un
artículo de la Constitución Política Nacional, se quedó en su lugar, en una
simple propuesta electoral y populista. Ya expertos desde diversos frentes y áreas
han demostrado lo improcedente que es, ya se ha sugerido insistentemente que
más bien para cumplir el mandato constitucional de la prevalencia de los
derechos de los niños, se necesita además de una aplicación efectiva de la ley,
una política educativa incluyente desde la realidad nacional, el trabajo
decidido y eficiente de los organismos e instituciones responsables de nuestra
infancia y que gobernantes incluyan a la infancia y cumplan con sus Planes de
Desarrollo: ellos son los señalados, los que verdaderamente tienen la gran
deuda, pero sobre todo y quizá lo más importante, es que la sociedad deje la indiferencia y se manifieste permanentemente no solo cuando ocurren hechos extremos de vulneración de derechos.