lunes, 8 de julio de 2013

UNA VOZ POR LOS NIÑOS



La deuda que tenemos con los niños colombianos es tan grande y nos sentimos tan responsables de ella y de que ésta siga creciendo, que aceptamos como “grandes logros” a su favor, solo la motivación y el compromiso que la senadora Gilma Jiménez mostró con su imagen de lucha; hay muchos colombianos que hacen lo mismo, si acaso más, mientras permanecen en la sombra, son vistos como “simples” ciudadanos tras una causa. Pero realmente los hechos no han sido como los pintan ni son como la mayoría de colombianos piensan, tal vez haya sido por la misma indiferencia política y social que tenemos frente a la infancia que la senadora no haya logrado materializar sus más altos propósitos, pero decir solamente que fue “una voz que defendió a los niños” aunque es bueno, no es suficiente ante la gigantesca brecha que hay para alcanzar un mayor bienestar de los niños colombianos, la cual necesita de acciones realmente trascendentales que logren reducirla y que, para la responsabilidad que la senadora tenía y en el escenario que ocupaba como representante no solo de un alto número de electores sino también de niños que siguen a la espera de hacerse visibles, le faltó mucho por hacer.

El ejemplo es claro, el tan mencionado Referendo de Cadena Perpetua contra Violadores de Niños que pretende – pretendía- cambiar un artículo de la Constitución Política Nacional, se quedó en su lugar, en una simple propuesta electoral y populista. Ya expertos desde diversos frentes y áreas han demostrado lo improcedente que es, ya se ha sugerido insistentemente que más bien para cumplir el mandato constitucional de la prevalencia de los derechos de los niños, se necesita además de una aplicación efectiva de la ley, una política educativa incluyente desde la realidad nacional, el trabajo decidido y eficiente de los organismos e instituciones responsables de nuestra infancia y que gobernantes incluyan a la infancia y cumplan con sus Planes de Desarrollo: ellos son los señalados, los que verdaderamente tienen la gran deuda, pero sobre todo y quizá lo más importante, es que la sociedad deje la indiferencia y se manifieste permanentemente no solo cuando ocurren hechos extremos de vulneración de derechos.

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